top of page

Camilo Séptimo en Ciudad Juárez: Un viaje intergaláctico de 10 años

Writer: Samuel DelgadoSamuel Delgado


La noche del sábado 08 de marzo en el Centro de Convenciones Anita no fue una noche cualquiera. Fue un ritual, un viaje intergaláctico, una celebración de una década de música, sudor y electricidad desatada por Camilo Séptimo. Desde temprano, los fieles se congregaban, ansiosos, con la certeza de que la noche los arrastraría a dimensiones desconocidas.


La odisea arrancó con los juarenses Médanos, quienes con su sonido etéreo y contundente prepararon el terreno, como un chamán preparando la mente de la tribu para el trance. Desde Guadalajara, Colores Santos tomó la batuta, sumergiéndonos en una vibra onírica que nos empujó más cerca del umbral del éxtasis.



Pero fue a las 10 de la noche cuando la realidad colapsó. La oscuridad, un suspiro colectivo, y entonces, Maya. La primera nota del primer álbum de Camilo Séptimo marcó el inicio del viaje. La energía de la multitud se elevó como una llamarada; el tiempo dejó de existir. Veneno, Eres, Como Tú y No Te Puedo hicieron explotar el recinto en un mar de voces, cuerpos en movimiento y almas en sincronía.



El escenario era una nave en plena travesía estelar. No tanto por la magnitud de la producción, sino por la forma en que los visuales nos lanzaban al cosmos, uniendo el espacio sideral con el caos hermoso de la mente humana. Luces y sonidos convergían en un baile hipnótico mientras Pulso, Fusión, Eco y Resplandor servían como último empuje antes de la disolución final.



Pero, claro, la multitud no iba a permitir que terminara ahí. Los gritos de los fans se elevaron como una súplica primitiva. Y Camilo Séptimo respondió. La conexión se restableció con Contacto, un reencuentro entre banda y audiencia. Luego, el cierre definitivo con No Confíes en Mí, Vicio e Inevitable, el golpe de gracia que nos dejó flotando en el vacío, exhaustos pero satisfechos.



El concierto terminó, pero la noche aún no moría. El Aferrafter party tomó el control, convirtiendo el C.C. Anitas en un templo del baile para los incansables, para aquellos que no podían permitir que la magia se disipara tan pronto.


Agradecemos a nuestros amigos de Seorial por las facilidades. Y a Camilo Séptimo, por recordarnos que la música no solo se escucha, se vive, se siente y nos transporta a lugares donde el tiempo y la gravedad pierden sentido.


 
 
 

Comments


bottom of page